En el Perú, en ciertos contextos, la salud mental para los adolescentes y niños es inexistente, una triste realidad que aflige a una nación multicultural. La diversidad se manifiesta a través de variadas realidades regionales, étnicas, culturales y socioeconómicas. Estas diferencias inciden profundamente en la salud mental de los adolescentes. En las bulliciosas zonas urbanas, como Lima, existe una mayor accesibilidad a servicios de salud mental y educación, lo que facilita el acceso a información y apoyo para jóvenes en crisis. Sin embargo, en las apacibles zonas rurales, las carencias en infraestructura y recursos limitan en gran medida el acceso a una atención adecuada. La falta de profesionales capacitados, la distancia a centros de salud y la escasez de servicios especializados crean un abismo insuperable para aquellos que necesitan ayuda psicológica en estas regiones apartadas. La brecha entre lo urbano y lo rural en el Perú es un desafío que exige una pronta atención, ya que la salud mental de los adolescentes no debe depender de su ubicación geográfica.
Las diferencias geográficas y el centralismo ejercen un impacto significativo en el acceso y tratamiento de la salud mental de los adolescentes en el Perú. Este país presenta una marcada diversidad geográfica, con zonas urbanas densamente pobladas que contrastan con áreas rurales remotas de difícil acceso. El centralismo gubernamental tiende a concentrar los recursos y servicios en la capital, Lima, dejando desatendidas a muchas regiones periféricas, creando una brecha significativa en la prestación de servicios de salud mental. Esta disparidad se refleja en la atención médica, donde los adolescentes en zonas alejadas enfrentan obstáculos para acceder a servicios especializados, lo que agrava la carga de salud mental en una población ya vulnerable. Además, la falta de descentralización dificulta la adaptación de los tratamientos a las realidades locales, limitando así la atención efectiva de los problemas de salud mental en esta población joven, con graves consecuencias para su bienestar a largo plazo.
La variabilidad geográfica no solo pone una barrera física en las diferencias sobre la accesibilidad a los centros de salud, sino que también incide en las diversas culturas que existen dentro del territorio peruano. La riqueza étnica y cultural del país implica que los adolescentes se enfrenten a desafíos específicos, como la discriminación y la falta de comprensión hacia sus identidades. Esta diversidad cultural, aunque enriquecedora, a menudo conlleva desigualdades, ya que los servicios tienden a no adaptarse adecuadamente a las necesidades de cada grupo, agravando así la problemática de la salud mental en la población adolescente.
En el contexto de la salud mental, para poder explicar mejor la situación peruana, se puede destacar la experiencia de dos jóvenes: una de la ciudad de Arequipa y otra de la comunidad nativa Shipibo. La disparidad entre sus vivencias es notable, ya que lo que podría abrumar a una de ellas podría no representar un asunto relevante para la otra. Esta discrepancia resalta la necesidad imperante de contextualizar la atención en salud mental, un aspecto que lamentablemente a menudo pasa desapercibido.
En este sentido, se vuelve fundamental que los profesionales de la salud reciban una formación integral que les permita adaptarse a diversas realidades. La falta de competencia en el manejo de cuestiones relacionadas con la salud mental, especialmente en contextos culturales donde estos temas se consideran delicados, puede provocar una brecha insuperable entre los afectados y la búsqueda de ayuda psicológica. La capacitación de los profesionales de la salud es fundamental en este contexto. Es esencial que médicos y terapeutas se preparen para adaptarse a diversas realidades culturales y geográficas, asegurando una atención competente y sensible a las necesidades de cada paciente, sin importar su origen cultural o lugar de residencia. Superar la brecha en la atención de salud mental en el Perú exige un enfoque colaborativo y coordinado que involucre a profesionales de la salud, educadores y líderes comunitarios.
Resulta profundamente alarmante presenciar el creciente rechazo a la atención médica en algunas comunidades, motivado en gran parte por la percepción de una inadecuada prescripción de medicamentos y otros tratamientos convencionales. En lugar de recurrir a profesionales de la salud, estas comunidades a menudo optan por seguir las tradiciones ancestrales, buscando ayuda en curanderos, sobadores y chamanes. Sin embargo, este enfoque no siempre garantiza un abordaje efectivo para la curación de enfermedades y, en ocasiones, puede empeorar las condiciones de salud. Por lo tanto, se vuelve imperativo abordar estos casos con competencia y sensibilidad cultural, promoviendo una atención médica que sea accesible, comprensible y respetuosa de las creencias y prácticas tradicionales.
La desestigmatización de las enfermedades de salud mental juega un papel crucial en este contexto. Se necesita una amplia labor educativa para eliminar los estigmas que rodean a las enfermedades mentales y fomentar una comprensión más amplia y respetuosa de estas condiciones. Estas acciones son vitales para garantizar que todos los adolescentes y niños, independientemente de su trasfondo cultural, tengan acceso al apoyo necesario y puedan beneficiarse de tratamientos efectivos en un esfuerzo colaborativo por abordar la disparidad en la atención de la salud mental. La promoción de una atención de salud mental integral y culturalmente sensible es esencial para mejorar la calidad de vida de la juventud peruana y garantizar que reciban el apoyo que merecen.
El panorama de la atención a la salud mental de los adolescentes en el Perú se caracteriza por una intrincada red de desafíos que involucran diferencias geográficas, desigualdades culturales y un sistema centralizado. La diversidad cultural del país añade un nivel adicional de complejidad, ya que las distintas identidades culturales pueden ser marginadas en el sistema de salud mental, dando lugar a discriminación y falta de comprensión hacia estas identidades, lo que obstaculiza aún más el acceso a una atención adecuada. La revalorización de las enfermedades de salud mental es un paso crucial en esta dirección, junto con la promoción de una atención médica accesible y comprensible. Solo a través de esfuerzos conjuntos y un compromiso firme con la igualdad de acceso a la atención de salud mental, podremos abordar efectivamente los desafíos que enfrentan los adolescentes en el Perú y brindarles el apoyo necesario para lograr un óptimo bienestar psicológico.
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