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editorial
. 2023 May 18. [Article in Spanish] Online ahead of print. doi: 10.1016/j.vacun.2023.05.002

El fin de la emergencia internacional de salud pública por el COVID-19: ¿y ahora qué?

The end of COVID-19 Public Health Emergency of International Concern (PHEIC): and now what?

Núria Torner 1,
PMCID: PMC10192592  PMID: 37362832

Una Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional (ESPII) fue definida en el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) de 2005 como «un acontecimiento extraordinario que se determina que constituye un riesgo para la salud pública de otros Estados a través de la propagación internacional de enfermedades y que potencialmente requiere una respuesta internacional coordinada»1. Implica que la situación en cuestión es inusual, grave y de aparición repentina. Determina implicaciones que afectan a la salud pública más allá de la frontera nacional del Estado donde se detecta la urgencia y puede requerir una acción inmediata de colaboración internacional. El RSI es un instrumento de derecho internacional jurídicamente vinculante para 196 países, incluidos los 194 Estados Miembros de la OMS. El RSI surgió como respuesta a epidemias mortales, pero el nuevo RSI de 2005 implica también otros tipos de sucesos además de las enfermedades infecciosas predefinidas. Crea derechos y obligaciones para los países, incluido el requisito de notificar los eventos de salud pública, y esboza los criterios para determinar si un evento concreto constituye o no una ESPII. Dichos criterios incluyen si el impacto del evento sobre la salud pública es grave, inusual o inesperado o si existe un riesgo significativo de propagación internacional y de restricciones a los viajes o al comercio1.

De acuerdo con estos criterios, siguiendo las recomendaciones del Comité de Emergencias, el Director General de la OMS, el 5 de mayo de 2023, declaró el fin de la emergencia de salud pública de importancia internacional (ESPII) por el COVID-19 que estaba activa desde el 30 de enero de 2020. Sin embargo, el mundo entero tiene que ser consciente de que el COVID-19, como amenaza para la salud mundial no ha terminado, por el contrario, ha llegado para quedarse y todavía hay millones de casos graves y muertes que ocurren en todo el mundo.

La decisión del 5 de mayo de 2023 se basó en el descenso de muertes, hospitalizaciones e ingresos en unidades de cuidados intensivos (UCI) por el COVID-19 y en los altos niveles de inmunidad de la población por vacunación e infecciones previas2.

El número de víctimas durante estos 3 años asciende a casi 7 millones de muertes notificadas a la OMS, aunque la cifra podría alcanzar al menos los 20 millones3. La aparición constante de nuevas variantes4 justifica la necesidad de mantenerse alerta y evitar transmitir el mensaje de que el COVID-19 no es motivo de preocupación. El fin de esta ESPII significa que ha llegado el momento de que los países pasen del modo de urgencia a la gestión del COVID-19 junto con otras enfermedades infecciosas.

Recientemente se ha publicado la cuarta edición del Plan Estratégico Mundial de Preparación y Respuesta para el COVID-19, que describe acciones críticas en 5 áreas fundamentales: vigilancia colaborativa, protección de la comunidad, atención segura y escalable, acceso a contramedidas y coordinación de urgencias5.

Además, habrá un Comité de Revisión del Reglamento Sanitario Internacional que asesorará sobre las recomendaciones permanentes para la gestión a largo plazo de esta pandemia con el objetivo de alcanzar un acuerdo internacional sobre pandemias6.

El Comité de Emergencias de la OMS ha emitido 7 recomendaciones:

1- Mantener el aumento de la capacidad nacional y prepararse para futuros eventos de salud pública para evitar la aparición de un ciclo de pánico y negligencia, mediante la actualización de los planes de preparación para pandemias de patógenos respiratorios, incorporando lo aprendido de las revisiones nacionales y subnacionales de las secuelas.

2- Integrar las vacunas del COVID-19 en los programas de vacunación a lo largo de la vida y mantener los esfuerzos para aumentar la cobertura de vacunación del COVID-19 para todas las personas en los grupos de alta prioridad, con las vacunas recomendadas por la OMS y continuar abordando activamente la aceptación de la vacuna7.

3- Unir la información de diversas fuentes de datos de vigilancia de patógenos respiratorios para permitir un conocimiento integral de la situación.

4- Preparar la autorización de contramedidas médicas, como vacunas y fármacos, dentro de los marcos nacionales, para garantizar el suministro a largo plazo y reforzar sus autoridades reguladoras para apoyar la autorización y el uso a largo plazo de vacunas, diagnósticos y terapéuticos.

5- Trabajar a nivel comunitario para construir una comunicación de riesgos y un compromiso comunitarios sólidos e inclusivos para gestionar las infodemias.

6- Continuar levantando las medidas sanitarias relacionadas con los viajes internacionales del COVID-19 basadas en evaluaciones de riesgo, sin exigir ninguna prueba de vacunación contra el COVID-19 como requisito previo para los viajes internacionales.

7- Seguir apoyando la investigación para mejorar las vacunas que reducen la transmisión y tienen una amplia aplicabilidad, para comprender todo el espectro, la incidencia y el impacto de la afección posterior al COVID-19 y la evolución del SARS-COV-2 en poblaciones inmunodeprimidas, y para desarrollar vías de atención integradas pertinentes.

A medida que los países ajustan su respuesta de urgencia, aceptando e incluyendo las acciones relacionadas con el COVID-19 en la gestión integrada de las enfermedades respiratorias, se presenta la oportunidad de reforzar los cimientos de la salud pública para futuros esfuerzos de respuesta ante epidemias y pandemias. Las herramientas y las tecnologías para estar preparados para las pandemias, detectarlas, responder a ellas antes y mitigar su impacto están disponibles y deben ponerse en práctica para evitar que futuras pandemias sean tan mortíferas como lo ha sido esta.

El seguimiento del impacto del COVID-19 y de la eficacia de las estrategias de prevención y control sigue siendo una prioridad de salud pública durante la transición de la fase de urgencia de la respuesta al COVID-19 a la práctica rutinaria de salud pública. A principios de 2020, la respuesta a la pandemia del COVID-19 puso de manifiesto la necesidad de mejorar el procesamiento y la notificación de los datos de vigilancia de la salud pública. En 2023, como parte de la transición del COVID-19 de la urgencia a las actividades rutinarias del programa de salud pública recomendadas, los países deberían haber establecido una estrategia de vigilancia sostenible e integrada que monitorice el SRAS-CoV-2, así como otros virus respiratorios circulantes y las medidas de prevención, incluida la vacunación, para proporcionar un conocimiento oportuno y exhaustivo de la situación8.

A medida que la pandemia del COVID-19 entra en su cuarto año, la vigilancia ha disminuido drásticamente. En este momento, el Plan Estratégico Mundial de Preparación y Respuesta (SPRP) de 20229 llega a su cuarta edición y ofrece apoyo a los países que están trabajando en la transición de sus actividades críticas de respuesta de urgencia a la prevención, el control y la gestión sostenidos a más largo plazo de la enfermedad por el COVID-195.

En conclusión, la pandemia no ha terminado y probablemente no terminará hasta que aparezca una nueva pandemia. Todos los esfuerzos deben dirigirse a lograr la aplicación y el cumplimiento de las recomendaciones de la OMS para conseguir una afectación mínima en la población mundial, especialmente en las personas con mayor riesgo de enfermedad grave.

Conflicto de intereses

Núria Torner es miembro del comité editorial de VACUNAS.

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